Lourdes Mohedano: expresión de la rítmica con mucho duende

lourdes-mohedano-gimnasia-ritmica-raul-cosin-exterior

La gimnasta cordobesa repasa su trayectoria personal y su historia con el conjunto que se barnizó de plata en los Juegos de Río

Dibujan las gimnastas con alegre arrojo desde los adentros un abrazo entre los movimientos y la música. Conjuga la gimnasia rítmica la danza y las artes físicas, el dominio de los aparatos y las notas sonoras tan invisibles como ardientes a la vista del buen público. Y la exigencia incondicional, la que se entiende como el camino hacia lo grandioso, la arraigada en el trabajo puro, persigue siempre la perfección de lo que sucede en los tapices. Pases brillantes que demuestren que aquello tiene un fin como mágico. Y en España la esencia está en lo flamenco, en lo pasionalmente desgarrador y aquello de tener duende.

Con ese  especial barniz, mirando siempre de frente a los jueces con una poderosa expresividad, que al tiempo atrae al espectador hasta la más profunda de las ovaciones, brillaron las gimnastas españolas en los últimos tiempos, encontrando un clímax genial en los Juegos Olímpicos de Río. Y a esa generación especial, con duende, con mucho duende, pertenece la cordobesa Lourdes Mohedano Sánchez de Mora (Peñarroya-Pueblonuevo, 17/6/1995), que forma en un quinteto ya eterno con Alejandra Quereda, Elena López, Sandra Aguilar y Artemi Gavezou. Se vistieron de plata olímpica en Brasil, aunque aquello supo a oro, como el diploma de Carolina Rodríguez en individual dejó un poso a metal en su despedida.

Lourdes, cálida y cercana en la conversación, alegre desde el verde de sus ojos, buces por sus comienzos, donde fue una evidencia, por su mismo empuje que lo suyo sería la rítmica. Todavía tenía una edad muy tierna como los tres años cuando comenzó con el ballet. Y dos años después buscó más dinamismo en la gimnasia rítmica, la natación y el atletismo en su colegio: «Haciendo gimnasia me sentía bien. Disfrutaba y me evadía. Me sucedía de pequeña y lo sigo sintiendo. Entonces, en los comienzos, no tenía la idea de poder entrar en la selección o ir a unos juegos; disfrutaba mucho».

Una necesidad vital

Lourdes quedó enganchada por la gimnasia rítmica y cuando hubo de decidir entre las otras disciplinas que practicaba, pues la exigencia del recorrido se incrementaba, no tuvo duda. Pasó de su colegio al Club Navial, compitiendo en Córdoba, y le captaron luego en el Club Liceo-Córdoba, saltando al escenario autonómico y nacional. «Con ocho años ya me seleccionaron para el Centro de Alto Rendimiento de Marbella. Era zurda y, si quería poder alcanzar la selección, debía de cambiar de pierna. Y trabajé en ello. Me costó, pero lo logré», recuerda la cordobesa.

«Un día dije a mis padres que lo dejaba. Veinticuatro horas después les dije: ‘Necesito la gimnasia para vivir’»

La proyección de Mohedano fue una evidencia y el seguimiento de la selección española se concretó con la propuesta para incorporarse con el equipo junior. Fue a los trece años y aquello suponía dejar su casa y marcharse a Madrid. Lourdes no lo dudó: «A mis padres les costó más, pero ellos siempre me han apoyado en todo. En ocasiones me recuerdan cuando dejé la gimnasia. Todavía era muy niña, pero me saturé. Y lo dejé. Les dije que lo dejaba y pasé un día llorando. Veinticuatro horas después les dije: ‘Necesito la gimnasia para vivir’».

Y como suele decirse la vida da muchas vueltas. De aquellas extrañas horas a que tiempo después se incorporase a la selección y lo que viniera desde entonces fueran éxitos incontestables con su ‘equipaso’ —como se conoce al conjunto de gimnasia rítmica—. Siempre ha sido Lourdes de ir paso a paso. Al llegar a Madrid el primero objetivo fue el Europeo junior. A los 16 años ascendió al senior. Aquello era a un año de los Juegos de Londres, en los que compitió ya con 17 años y muchos sueños.

«Para mí fue impresionante. Era la benjamina del equipo. No estuvimos en la villa, por lo que no pudimos vivir esa experiencia, pero la competición salió muy bien. Quedamos muy contentas con nuestro trabajo, que era lo más importante. Conseguimos un cuarto puesto, que era un poco injusto. Nos supo a bronce y la felicidad no nos la quita nadie porque lo hicimos muy bien. Y nuestro objetivo era ése: disfrutar y hacerlo bien», relata la andaluza.

El siguiente ciclo olímpico quizás tendría un fondo musical a piano como The Promise, de Michael Nyman. Cuatro años por delante para enfocar Brasil junto a Anna Baranova, Sara Bayón, Mónica Hontoria y Dagmara Brown. Para preparar Río. Para brillar. Bicampeonas del mundo. Entorchados continentales. Diversas victorias en copas del Mundo (recuerdan el especial calor y apoyo en la copa del Mundo de Guadalajara, donde la afición española dio una gran demostración del seguimiento por la rítmica —«en una hora se vendieron todas las entradas»—).

Repetir, repetir y repetir los ejercicios preparados en busca de esa perfección. Y el recorrido del ‘equipaso’, siempre con ese duende, aventuraba algo grande. Y en Río lograron un plata con claro sabor a oro con un número flamenco, para el que contaron con la ayuda de Rafael Amargo, y una samba, con el apoyo de Eliane Capitoni.

«El resultado de unos Juegos Olímpicos engloba el trabajo de todo un ciclo, trabajando mucho, consiguiendo cada vez más cosas. Es la recompensa al trabajo diario, a las horas de entrenamiento, al sacrificio, a todas las competiciones, lógicamente en algo que te gusta, que te apasiona. Es el resultado de cuatro años», subraya Mohedano.

España, uno de los equipos más veteranos en Río, que llegó además con la flor de la suerte que les dio Tania Lamarca (gimnasta componente de las Niñas de Oro que lograron esa medalla en Atlanta 1996 y que también portaron aquella flor vitoriana), fue el único conjunto que hizo los cuatro pases perfectos. Garra. Carácter. Pasión. Duende. Perfección. Con todo, el oro fue para Rusia. «Creo que es la competición que más tranquilas hemos vivido en estos años. Teníamos el trabajo hecho. Quedaba salir y demostrarlo. Y lo hicimos perfecto. Hasta que hicimos nuestro último pase no estuvimos pendientes del resto de países. Después sólo nos quedó ir viendo la competición. Ya ahí hubo nervios porque todos estábamos muy igualados», recuerda la gimnasta.

«Somos un equipos en el que todas somos diferentes, cada una destaca en una cosa, pero nos complementamos muy bien. Además, y esto es muy importante, tenemos una unión muy especial. Y esa unión se da también con las entrenadoras, que nos conocen bien y nos aportan muchísimas enseñanzas tanto de la gimnasia como de la vida», describe.

«Expreso la música con el cuerpo, con la mirada, con la cara; me sale solo y disfruto»

Un recorrido brillante el de Lourdes como el de sus compañeras. Las hace referentes de las generaciones que vienen. Recuperaron el pulso de España en el circuito mundial de la rítmica. Y la referencia de Lourdes es la de una deportista alegre, a la que difícil es no ver que en su rostro se dibuja una sonrisa: «Soy una gimnasta muy expresiva y eso me gusta dejarlo en cada cosa que hago. Creo que me caracterizo por la fuerza que le pongo en los entrenamientos y en la competición. Expreso la música con el cuerpo, con la mirada, con la cara; me sale solo y disfruto. Eso es lo que me gusta proyectar. La pasión es lo que me gusta transmitir. Me gusta fijar la mirada en los jueces y decir aquí estoy yo».

Recuperando la frase que dijo a sus padres después de dejar el deporte que ama durante veinticuatro horas, la gimnasia le ha dado todo. Y de su camino no cambiaría nada. A su experiencia vital le ha aportado madurez, experiencias, aprendizaje, viajes y el conocer gentes de muchas culturas diferentes.

Finalizados también sus estudios de TAFAD, sin duda su vida seguirá ligada al deporte. Por lo pronto, ella y sus compañeras se recuperan de lesiones y se preparan para las exhibiciones que vienen, en las que siempre habrá garra, siempre habrá elegancia, siempre el rastro flamenco, siempre estará el duende.

www.visibilitas.com

0 Comentarios

Sin Comentarios

Deja un comentario

Designed by: el escondite - Contacto - Aviso Legal